Ewww que asquito

Algunos años atrás leí en algún artículo perdido que el asco no era una emoción con la cual nacíamos: era otra construcción social más que adquiríamos con los años. Fue uno de esos pequeños datos coloridos que pasan inadvertidos delante de nuestras ojos todos los días, pero por alguna razón consiguió aferrarse a mi cerebro con la suficiente fuerza como para hoy seguir teniéndolo presente. Parecía ser una de esas verdades que jamás se nos ocurren pero una vez mencionadas tienen toda la lógica. Después de todo, un bebé se mata de la risa, llora, patalea y hasta baila; pero no piensa dos
veces antes de llevarse cualquier cosa a la boca. O mejor aún, los platos que más deliciosos se consideran en un extremo del mundo generan revueltas de estómago en el otro. ¿Cómo puede ser esto?
Debido a que mi intención no es crear un artículo científico o psicológico, me limitaré a decir que, por lo que entendí, el asco es como un mecanismo de defensa que construimos para evitar aquello que puede enfermarnos. La única razón por la cual un olor o algo en particular tiende a revolvernos el estómago es por que sabemos que injerirlo o tomar contacto con él puede dañarnos. Pero también se entiende que si nadie nos enseñase que eso podría hacernos mal, entonces tampoco le tendríamos asco.

¿A que voy con esto? La fuerza de las construcciones sociales. Algo que uno tiene casi tan naturalizado y se produce dentro de uno tan involuntariamente como un revolcón de estómago o la ira de una situación injusta verdaderamente no es nuestro, si no que producto de los recortes del mundo que nos rodea. Todos parecemos ser una especie de collage; pequeños recortes de experiencias pasadas, lecciones de colegios, libros que nos marcaron, cosas que nos prohibieron y palabras de otros que a sus vez también son colecciones de retazos de sus propios mundos individuales. El problema es que estas construcciones no solo influencian nuestros gustos, si no que son lo suficientemente fuertes como para regalarnos emociones. Es necesario preguntarnos: ¿qué más verdaderamente no es mío? ¿Qué hay de nuestros hábitos, expectativas, ideales de belleza? ¿Qué hay de nuestros perjuicios? ¿Nuestros sueños? A final de cuentas, parece ser la historia de terror más trágica: no ser los autores de lo que creemos querer. Nada más triste que despertarte y que esos sueños que tantas noches abrazaste para dormir no sean más que un recorte más que otra persona te extendió. ¿Habrá algo que verdaderamente alguien pueda llamar mío o somos solo carne y hueso moldeada por el tiempo y espacio que dictaron los dados?

Todavía no encontré una respuesta a estas preguntas, pero la solución ante la incertidumbre parece obvia: cuestionar todo. No de una manera histérica o innecesaria, pero sí no permitirse más vivir dentro de las cómodas torres de porque-sí-es. Desconfiar no solo del mundo, si no de lo que queremos. Esa remera que quiero comprar, ¿verdaderamente la quiero o es solamente por que me la mostraron en la revista correcta? Esa carrera que estoy estudiando, ¿verdaderamente me gusta o solo siento la obligación de tomarla? Esa persona que me habla en la tele ¿qué tanta razón tiene sobre aquello que defiende con toda la convicción del mundo? Y sí, suena exhaustante, pero con el tiempo este proceso, al igual que una vez el asco lo hizo, se internalizará y también será parte de nosotros. Y así se caerán las mascaras, los telones, y los miedos para que nos reduzcamos a nuestra esencia, que creo que es lo más cerca está de algo que podamos llegar a llamar propio. La vida es como nuestra respiración. No es hasta que tomamos control de ella que nos damos cuenta que antes estaba todo en piloto automático. Y aún así, aunque cuesta volver a soltarla, eventualmente volvemos a olvidarnos de controlarla. Tenemos todo tan automatizado que no es hasta que frenamos y giramos para ver el mundo que nos rodea; o volteamos hacia el espejo y verdaderamente nos observamos a nosotros mismos, que no nos damos cuenta que un segundo atrás no teníamos control de nada.

Algún tiempo atrás escribí que estaba perdida, por que solo veía en la vida un guión pre-editado y me negaba a seguirlo. Hoy lo siento más que nunca.

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