¿QUÉ ES REAL? (Y POR QUÉ PREFERIMOS NO SABER)


Entonces miramos a nuestro alrededor y nos prometemos no dejar que más tarde la rutina o los problemas absurdos nos hagan olvidar que ahí, en el medio de la inmensidad de la naturaleza, no necesitábamos nada para ser felices o quedar boquiabiertos...


"Acordarte como te sentís en este momento"; es algo que ya me he dicho a mí misma una infinidad de veces. Aquella tarde, mientras la costa de California dejaba que sus rocas oscuras fueran bañadas por el mar al costado de la autopista Número 1, pareció una ocasión apropiada para volver a repetirlo. El romance con aquel paisaje duró menos de lo que me hubiese gustado: solo un par de minutos y mi familia ya tocaba la bocina insistente desde el auto pidiendo cambiar de vista una vez más. Las relaciones a distancia no funcionan, así que bastó con subirme al auto y manejar hasta un nuevo paisaje para ya comenzar a olvidar los detalles de aquel precipicio que minutos atrás me había traído ese revoltijo de mariposas que solo la imponente naturaleza nos puede causar.
Solo paisajes como aquel tiene esa capacidad de hacernos sentir tan pequeños, tan insignificantes, pero a la vez tan agradecidos de que el lugar te permita dar un paso y acercarnos para observar su grandeza. Y sin embargo, cada vez que me encuentro en un momento como este y me prometo recordarlo, lo hago ya sabiendo que pronto lo voy a olvidar. Por que si no lo hago, si no me olvido que estas cosas me recuerdan la razón por la cuál estamos vivos, nunca más podré volver a pisar el mundo real.

Es un método de supervivencia para tolerar este mundo hostil al que no pertenecemos: trabajos inútiles, desigualdades que aterran, tiempo malgastado en oficinas y atardeceres olvidados. Preocupaciones continuas todas las mañanas por quién recordará nuestro nombre, convencidos de que debemos de alguna manera forjar nuestra marca en un planeta donde hasta los Himalayas se erosoriarán eventualmente hasta el olvido: metas absurdas. Que alguien venga por favor y me explique cómo podríamos permitirnos formar parte de este show de marionetas si estuviésemos continuamente concentrándonos en la verdad. Entonces la tildamos de fantasía, de vagancia, de incertidumbre como si lo mismo fuese algo negativo. Nos decidimos que debemos concentrarnos en lo que es "real". Y por eso yo hoy decido preguntar ¿qué es real? ¿Las modas? ¿La economía? ¿La política? ¿O la manera en la cual el sol baña aquella orilla, estallando el cielo en mil colores mientras los lobos marinos se deslizan de vuelta dentro la espuma de aquel mar enfurecido?
Allá, en las montañas, no necesitábamos nada para ser felices; pero supongo que los problemas que nos aterran día a día dan menos miedo que la idea de estar llevando una vida absurda. Una humedad en la pared siempre es preferible a aceptar que el reloj se lleva los años, una reunión estrezante nunca es tan mala como aceptar que nuestros gustos son un invento ajeno, una cuenta sin pagar siempre es mejor que saber que nuestros sueños en realidad no son nuestros.

Será hábito de los jóvenes y el placer de corregir de los adultos, plantear un problema pero no la solución. ¿Qué se supone que tenemos que hacer entonces? ¿Irnos a vivir a un rancho en la costa de California pagando el terreno y alimentando a nuestros hijos con el dinero de los tomates que cultivamos en el fondo? Por supuesto que no. O por ahí sí; a mi personalmente me suena como una vida demasiado tranquila para los acostumbrados al caos. El sistema y sus telarañas llegan hasta los fines más olvidados del planeta: aún si decido mudarme a una isla desierta pronto vendrán por mí un traje y una corbata a reclamar que aporte con mis impuestos, y recordemos que esos no se pagan con naturaleza o filosofías. ¿Asi que cuál es el secreto? Mi opinión por ahora, y puedo estar equivocándome, es seguir dos simples pasos: darnos cuenta que todo es un show de marionetas y comenzar a manipular las cuerdas a nuestro gusto. Siempre habrá cuerdas que nos aten, pero si nos distraemos y le damos la riendas a otros dejaremos que se conviertan en cadenas. El mundo esconde sus oportunidades entre prejuicios y papeleos, pero tenemos que ser valientes y salir a encontrarlas.

¿Y aquella costa de California que me quitó el aliento? Me obligaré a mi misma a recordar que
siempre será mejor correr tras ella que un par de zapatos nuevos, por que parece ser que en este mundo alocado la realidad es más pesadilla que sueño y lo real no es otra cosa que aquello que tantas veces, encogiéndonos de hombros, tildamos de fantasía.



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