Manual para ser libre

"La única manera de lidiar con un mundo que no es libre, es volverse tan libre que tu simple existencia se convierta en un acto de rebelión" Albert Camus

La felicidad es un cuarto: hermoso, cálido y muy bien decorado; pero con ella no puedes hacer mas que sentarte en el sillón y disfrutar de la vista. La libertad en cambio es una puerta; no tiene un valor intrínseco, pero es una herramienta que se abre de par en par para darnos la posibilidad de llegar a donde queramos. 

Creo que durante toda mi vida lo único con lo que soñé fue con ser libre. Lo digo y casi que lo susurro, me da culpa que con los privilegios de una Argentina en el siglo XXI me anime a decir una frase que le debería pertenecer a tantos otros menos afortunados. Será ilógico y tantos me podrán tildar de exagerada o desagradecida, pero es algo tan fuerte que ya no me deja dormir. En los últimos años entendí que no es libre solo el que está dentro de una jaula de hierro: hay jaulas invisibles, hechas de materiales más indestructibles que cualquier metal en la que la vida de a poco nos va metiendo. Al menos el que está dentro de la jaula sabe que no es libre, el que está preso dentro de un sistema no tiene ni idea. No sabe contra qué pelea, solo sabe que ahí en la mitad de la noche hay algo inexplicable que lo angustia. 

Las palabras de Camus son muy poéticas, pero el escritor se olvidó de explicar cómo liberarnos. La mayoría de nosotros a lo largo de nuestras vidas hacemos intentos a nuestra manera (aquel que jamás lo intentó le sugiero fuertemente que lo haga, probablemente sufra algunos raspones pero vale la pena). Es esa salida que de pequeños no obedecimos a nuestros padres por que creímos que la jaula estaba construida con sus reglas; es ese viaje al medio de la nada que hicimos por que juramos que los barrotes estaban hechos de aquella civilización urbana que nos abruma; es esa vez que olvidamos el celular por que creímos que la solución era desconectarse; es esa vez que dijimos lo que pensamos por que creímos que lo que nos restringía eran las costumbres sociales; es esa vez que tomamos de más por que creímos que lo que nos abrumaba era el pensar. Todos estos yo creo que son intentos cobardes que hacen lo seres humanos por liberarse. Cobardes por que sabemos que son momentos de libertad momentánea, es contentarse con haberla rozado con los dedos; e intentos por que no todos estos caminos llevan a la libertad (el alcohol por ejemplo, solo alcanza la resaca). No sabremos de qué esta hecha la jaula pero sabemos que eso nunca logrará romperla, y con el tiempo hasta conseguiremos convencernos que no queremos romperla, que estamos cómodos detrás de estos barrotes invisibles. 

Así entonces haremos nuestros intentos cobardes para no sentirnos tan mal por el miedo que no nos deja escaparnos de verdad. Algunos serán más exitosos que otros y en la mesa con amigos los reducimos a nada más que anécdotas. Pero cada jaula tiene su condena. La nuestra es algún día llegar a nuestros departamentos luego de que se acabe de poner el sol de un día hermoso que casi ni vimos, cerrar la puerta y con el cuerpo cansado suspirar. Pensaremos en que mañana tendremos que ir al trabajo de vuelta a enfrentarnos con la misma gente que hoy, a sufrir el tráfico de ida y de vuelta, a sufrir el calor de la ciudad. Pensaremos también en no hacerlo, en gastar el día aprendiendo un idioma, bailando, escuchando música, yendo a ese destino que siempre nos prometimos o abrazando a los que queremos, pero nos acordaremos que hay cuentas que pagar y de mala gana pondremos la alarma para demasiado temprano. Los barrotes serán tan gruesos y la jaula tan chica que nos costará dormir. Esa noche pensaremos también en lo bien que se sentiría abandonarlo todo y seguir nuestros corazones, pero naturalmente no lo haremos. Pondremos excusas: que es demasiado arriesgado, que no hay otra forma, que esto es lo que queremos; nos convenceremos que estamos siendo prácticos, pero no seremos más que cobardes. Putearemos a la vida por hacernos pasar por esto y cerraremos los ojos esperando que mañana sea mejor. Pero ahí finalmente, si somos afortunados, una partecita nuestra comprenderá que la jaula nunca estuvo hecha de nada que nos permita culpar al mundo: la jaula esta hecha de decisiones, y las decisiones las tomamos nosotros. 

Así que si algún día te encontrás maldeciendo a tu jaula recordá que ese camino no llega a ningún lado. Animate a ser valiente, abrila y fijate si en realidad te gusta lo que hay afuera. Por ahí es verdad que era mejor quedarse adentro, pero si no miramos con nuestros propios ojos jamás habrá verdades, solo suposiciones. Mientras tanto, mientras nos neguemos a doblar los barrotes, la libertad se quedará ahí esperando, diluida a nada más que un sueño que no nos animamos a alcanzar. Y esos son los sueños que más terminamos lamentando.







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