Así entonces haremos nuestros intentos cobardes para no sentirnos tan mal por el miedo que no nos deja escaparnos de verdad. Algunos serán más exitosos que otros y en la mesa con amigos los reducimos a nada más que anécdotas. Pero cada jaula tiene su condena. La nuestra es algún día llegar a nuestros departamentos luego de que se acabe de poner el sol de un día hermoso que casi ni vimos, cerrar la puerta y con el cuerpo cansado suspirar. Pensaremos en que mañana tendremos que ir al trabajo de vuelta a enfrentarnos con la misma gente que hoy, a sufrir el tráfico de ida y de vuelta, a sufrir el calor de la ciudad. Pensaremos SEGUIR LEYENDO...

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